A la tercera va la vencida
Roberto Santana Rodríguez
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) -
Mercedes es una mujer de sesenta años. Confronta problemas con su visión, lo cual achaca a la inexorable marcha del tiempo.
Para resolver esta dificultad le recetaron espejuelos. Natural, sencillo, fácil, pensará usted. En cualquier otro país, tal vez; en Cuba pueden complicarse las cosas.
Veamos cuáles son los pasos que debe dar una persona para disfrutar de las necesarias gafas graduadas.
Veamos cuáles son los pasos que debe dar una persona para disfrutar de las necesarias gafas graduadas.
En primer lugar, que el optometrista le mida la vista. Mercedes sólo tiene que acudir a este especialista y listo, puede que me diga. Le repito que en Cuba las cosas pueden variar. Mercedes trabaja en el céntrico municipio Plaza, y vive en los suburbios de Ciudad de la Habana, y por lo tanto no pertenece a esta localidad. Debió acudir a uno de los consultorios del médico de la familia del lugar donde reside para obtener una remisión a la policlínica "19 de abril". En esta gestión no afrontó contratiempos. Ya con la remisión en la mano acudió a la consulta el 21 de diciembre pasado a la 1 de la tarde, y como la atención era por orden de llegada marcó en la fila con el número 5. Entró a las 2 y 30. ¿Cómo pudo ser? Sencillo. Entraban otras personas sin turno. Mercedes no preguntó quiénes eran. Tal vez amigos y amigos de los amigos de los responsables de la institución, que no precisan de hacer cola.
Ya con las dos recetas en su poder, Mercedes fue a la óptica. Ella necesita tres pares de espejuelos: de cerca, de lejos y bifocales. El 23 de diciembre fue la primera visita al centro óptico. Se siente satisfecha, porque según cuenta la trataron con amabilidad, y esto es a veces muy importante porque le da al cliente la resignación que precisa cuando aparece el lado feo del asunto:
"Compañera, lo sentimos mucho, tenemos en existencia los cristales graduados que usted necesita, pero no disponemos en estos momentos de armaduras, nos entrarán en estos días".
"Bueno, está bien, esperaré", dijo Mercedes.
"Bueno, está bien, esperaré", dijo Mercedes.
A principios de 2005 Mercedes regresó y refiere que la trataron con la misma amabilidad de la vez anterior. Y nuevamente las fatídicas palabras. La empleada le dijo a la no tan paciente Mercedes: "Ya entraron las armaduras, pero los cristales están agotados".
Se fue Mercedes, cabizbaja, pero resignada y algo optimista, pensando en el famoso refrán: "A la tercera va la vencida". Pero el refrán no se cumplió.
Un tanto atribulada, a mediados de enero regresó a la óptica. ¿Y qué le dijeron esta vez?
"Hay cristales, pero se acabaron las armaduras".
"Hay cristales, pero se acabaron las armaduras".
Ya Mercedes no disponía de la paciencia con que acudió al establecimiento en diciembre del año pasado. A duras penas se contuvo y la joven se compadeció de ella y le dijo palabras que pueden ser mágicas: "Venga la semana que viene, voy a tratar de resolverle".
"¡Aleluya!", dijo para sus adentros la ahora esperanzada clienta.
¿Cómo le resolverá el problema la empleada? Fácil: por detrás del telón Mercedes le dejará caer algún dinero extra a la empleada, y saldrá de la óptica con sus espejuelos. Porque ésta es Cuba, mi amigo, y lo demás es bobería.
¿No hay otras opciones para Mercedes?
Por supuesto que sí: la óptica en divisas. Allí hay de todo, como en botica: cristales graduados a su medida, de varios colores según su gusto y posibilidades, y las armaduras plateadas, doradas, como desee el cliente.
Desafortunadamente Mercedes no tiene los recursos para acudir a estas ópticas, y tiene que esperar a que entren los cristales y las armaduras y que la amable empleada le resuelva. Esta es Cuba, mi amigo. ¡Suerte para Mercedes!
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